8 de enero de 2024

El alquiler de la vivienda: un drama social

Basado en una encuesta de alrededor de 8400 mil casos a nivel nacional, este análisis intenta caracterizar la problemática del acceso a la vivienda, uno de los temas que más relevancia pública ha tomado en los últimos tiempos.

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El de la vivienda es uno de los temas que más relevancia pública ha tomado en los últimos tiempos. Viviendas que se ofrecen mensualmente en dólares, escasez de alquileres en un marco inflacionario, dificultades en el acceso.Una ley con idas y vueltas cuya aplicación encuentra el límite de las capacidades –o de las voluntades- estatales.

En este estudio intentamos comprender cuál es la situación real de los argentinos frente al problema de los alquileres, teniendo en cuenta también a los propietarios y a aquellas categorías menos visibles pero fundamentales: las personas que se ven obligadas a compartir una vivienda familiar.

Consideramos que, más allá de las regulaciones, el del acceso a la vivienda alquilada y a la vivienda en general es un tema que perfila los anhelos sociales y sus fricciones con la planificación de ciertos estilos de vida. Un tema urgente y que toca la fibra más sensible de la identidad argentina como la de un país donde la movilidad social ascendente es posible.

Este trabajo fue coordinado por Gabriela Tavella junto al equipo de Sentimientos Públicos. Esperamos que puedan disfrutarlo y ayudarnos a pensar con mayor profundidad.

La Argentina tiene una estructura habitacional dual. Por un lado están los propietarios, que representan el 42,5% de la población.

Luego están los inquilinos (20,5%) y aquellos que viven aún con sus familias (28,9%), es decir los no propietarios que, por diversos motivos –de salud, por comodidad, por edad-, se presume están imposibilitados de acceder a una vivienda propia pero también a un alquiler.

En este informe intentaremos caracterizar a estos tres grupos, y entender su posición subjetiva en base a datos sobre su situación habitacional.

Dentro del NSE alto se observa una mayoría de propietarios, con un 63% de las frecuencias. Dentro del NSE medio, el 45% de las personas son propietarias. Por último, en el NSE bajo, apenas el 25,9% de las personas son propietarias cuando el promedio general de propietarios es del 42,5%. Es obvio que a mayor NSE, más propietarios. Lo llamativo es que el porcentaje de inquilinos por NSE se mantiene estable, alrededor de un 20%. Se trata de una situación transversal a los niveles socioeconómicos: personas que, más allá de su estatus socioeconómico, no pueden acceder a la vivienda en propiedad.

Ahora bien, si el porcentaje de inquilinos es estable, lo que marca la gran diferencia son las personas que viven con su familia (especialmente jóvenes). Representaron un 28,9% del total. Y aquí es que las diferencias de NSE se agudizan. Solamente un 9,3% de las personas con NSE alto vive con su familia, mientras que trepa al 28,5% en el nivel medio y alcanza el 40% de quienes tienen un NSE bajo. Cuanto más joven y pobre es una persona, menor posibilidad tiene de convertirse en inquilina. Hay una barrera social a la emancipación en lo que respecta a la vivienda, que se expresa en el altísimo porcentaje de personas que viven con su familia dentro de los NSE más bajos.

Foco Inquilinos

El 60% de los inquilinos lo son desde hace más de 6 años. Y casi el 80% lo son desde hace más de 3 años. Ser inquilino parece ser una posición orientada a la permanencia en el tiempo. Son inquilinos crónicos. Esto es algo que tenderá a crecer. El 50% de los inquilinos son hijos de inquilinos. Esto multiplica las dificultades para acceder a una garantía, a una vivienda en propiedad y, en general, es una barrera para la movilidad social ascendente. Sin políticas de vivienda, vamos hacia un país con cada vez mayor cantidad de inquilinos, que producirán aún más inquilinos.

El mercado del alquiler tiene un alto componente informal, y se nutre de relaciones personales. El 49,5% de los encuestados encontró su hogar en alquiler a través de familiares, amigos o conocidos. Los NSE más bajos dependen más de estas redes de solidaridad, y también hacen un uso más intensivo de las redes sociales. Los portales inmobiliarios y los carteles en la vía pública funcionan más para los NSE Altos. Menos de un 1% de los encuestados consiguió vivienda a través de iniciativas estatales.

El contrato de alquiler

Casi el 60% de los inquilinos tienen un contrato de alquiler escrito y firmado, lo que habla de un mercado con un 40% de informalidad. Aún en los sectores altos, la informalidad llega al 25%.
La regularidad y el registro formal de los alquileres disminuye a medida que el NSE de los inquilinos baja y que su edad aumenta.

El anhelo de la vivienda

Menos del 10% de los inquilinos desea permanecer siendo inquilino. Forzados a responder sobre ventajas, aquellas vinculadas a un estilo de vida libre son las que concentran mayores frecuencias, mientras que las económicas tienen menos pregnancia.
Entre las desventajas de ser inquilino, la de no poder ahorrar para acceder a una vivienda es la mayoritaria.
En una época de volatilidad, valores posmodernos y liquidez, el sueño de la vivienda propia es aún fuerte en los imaginarios colectivos.

Foco propietarios

Sólo un 10% de los propietarios (que son un 42,5% del total) posee más de una vivienda. De estas viviendas extra, sólo el 45% contribuyen al mercado de las viviendas (un 34% alquiladas y un 11% ofrecidas en alquiler). Un 4% están en venta y apenas un 8,4% están vacías. Menos de un 1% posee más de 5 viviendas.

Foco inquilinos latentes

Un 77% de los que comparten vivienda tienen entre 16 y 40 años. Se trata de una población joven, a la que le cuesta incluso ser inquilina.
Estos inquilinos latentes pertenecen mayoritariamente a los NSE medios y bajos. Sólo un 4% de los NSE altos declara compartir vivienda.

Mercado de alquileres y regulación

Más de la mitad de los encuestados, el 54% se expresa en favor de la regulación por parte del Estado en sus diferentes niveles (nacional, provincial o municipal).
Mientras que apenas el 30% lo hace en favor de la autorregulación del mercado o de las inmobiliarias. En un contexto en que la intervención estatal en diversos mercados está en retroceso dentro de la consideración social, es un dato más que llamativo.
El de la vivienda sería uno de los límites a lo que hemos llamado un «liberalismo silvestre» de talante anti intervencionista que venimos analizando en la subjetividad social.

¿Quién debería regular el mercado de alquileres?

Más de la mitad de los jóvenes, cuyo perfil liberal aparece en general nítidamente recortado, se manifiestan a favor de la intervención estatal en el mercado de alquileres. 

Luego, las personas entre 26 y 55 años son las que más activamente se manifiestan a favor de la intervención del estado. De hecho, los porcentajes oscilan entre el 55 y más del 60%.

Superados los 55 años la tasa de apoyo a la intervención estatal comienza a decrecer: los mayores de 71 años son más pro libre desarrollo del mercado de alquileres. De todos modos, en ningún rango etáreo la creencia en la autorregulación supera el 40% de las frecuencias: llega al 40% entre mayores de 71 años; 36% entre los de 56 y 70 años; y 28% entre los de 41 y 55 años.


Una explicación de estos ritmos es que las personas entre 26 y 55 años son las que que están entre la edad de emancipación y la urgencia de sostener a una familia.Como dato de color, la confianza en las “inmobiliarias” y en “otros” decrece a medida que aumenta la edad, como si la experiencia con este tipo de intermediarios propiciara la desconfianza en los mismos.

Cuando se analizan las preferencias respecto a la regulación del mercado de alquileres y la intención de voto en las elecciones, se observa que si bien la regulación del mercado por parte del Estado es elegida principalmente por quienes votaron a candidatos/as de Unión por la Patria o el Frente de Izquierda, también tiene mucho peso entre quienes optaron por Javier Milei, alcanzando al 42% de sus votantes.

Ni siquiera aquellos que votaron a Javier Milei desean mayoritariamente que el mercado de alquileres se autorregule, confirmando la hipótesis de que la cuestión de la vivienda es uno de los límites al liberalismo silvestre.

Principales hallazgos

El estudio se realizó en el contexto de campaña electoral post PASO (septiembre-octubre 2023) en la que uno de los temas principales versó sobre el rol del Estado.

Uno de sus principales hallazgos es la permanencia del sueño de la casa propia, más allá de ciertas tendencias hacia la liquidez, lo experiencial y la no acumulación de las generaciones más jóvenes exaltadas por la investigación de mercado. En la Argentina, ser propietario de una vivienda es altamente aspiracional.

Dentro de esta aspiracionalidad, el mercado de los alquileres es altamente informal, con apenas un 60% de contratos rubricados y una variedad de redes y lazos informales de acceso a la vivienda.

Si bien los inquilinos son aproximadamente un 20% de la población, se trata de inquilinos hijos de inquilinos que tendrán hijos inquilinos. La situación tiende a perpetuarse. Y encubre, además otro problema que crecerá en el futuro: los inquilinos latentes.

Se trata de personas menores de 40 años, que en muchos casos y contra su voluntad deben vivir con su familia. Ciudadanos que no sólo no pueden acceder al sueño de la vivienda propia, sino tampoco a un mercado de alquileres cada vez más expulsivo.


Y una demanda sin respuestas..

En este marco, y ante una tendencia social hacia la disminución de la estima de la intervención del Estado en la economía que hemos llamado “liberalismo silvestre” en estudios anterioresmás de la mitad de los encuestados se manifestaron a favor de la regulación del mercado de alquileres por parte del Estado.

El de la vivienda parece ser un límite al liberalismo silvestre, y existe una demanda soterrada de políticas públicas eficientes al respecto de este tema.

De hecho, casi el 55% del total de la población encuestada se manifestó en favor de la regulación estatal de los alquileres, y tan solo un 34% lo hizo en favor de la autorregulación del mercado.

Asimismo el 62% de los inquilinos y casi el 49% de los propietarios optó por la regulación del mercado de alquileres por parte del Estado.

Las demandas de educación, salud o seguridad son muchas veces medidas cuando se ausculta a la opinión pública. En este casi, preferimos explorar un tema urgente y sensible que expresa una faceta menos vista de los anhelos y necesidades de amplias franjas de la población.

17 de octubre de 2023

Elecciones 2023: ¿la hora de los que no tienen nada que perder?

A pocos días de las elecciones de 2023, un análisis de los votantes de los tres tercios que componen la escena.

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El estudio al que vamos a referirnos se basa en una encuesta a nivel nacional con aproximadamente 8400 casos en todo el país, una de las más robustas de las que están circulando en la actualidad. La misma fue realizada en un período de tiempo en el cual el dólar blue llegó sólo a $ 800. El campo de la misma se cerró recién horas después del “caso Insaurralde”.

Dejando en claro estas condiciones, en proyectamos indecisos de acuerdo a resultados de elecciones anteriores. En las aperturas posteriores decidimos conservar el porcentaje de indecisos original, que es de un 10,1%.

Sin embargo, a la hora de mirar en detalle las aperturas de los votantes de acuerdo a ciertas variables sociodemográficas, se puede percibir que la confirmación de la elección de «tres tercios» -o de dos tercios y un cuarto- lleva en su interior, más allá de los votos ideológicos y las fracturas políticas y tal como vienen señalando diferentes antropólogos y analistas, un nuevo tipo de fractura social entre aquellos que, mayoritariamente jóvenes y mayoritariamente varones, se hallan por fuera de las articulaciones institucionales propias del siglo XX y, en los términos del capitalismo industrial, parecen «tener poco que perder». Son los votantes de La Libertad Avanza y su candidato Javier Milei, cuyo perfil es de una naturaleza bien diferente a la de los votantes de Unión por la Patria y de Juntos por el Cambio, quienes más allá de sus confrontaciones discursivas cada vez son más parecidos entre sí cuando se miran ciertas variables estructurales en detalle.

Los votantes de LLA son preponderantemente menores de 40 años, con una abrumadora mayoría de jóvenes entre 16 y 25 años. Como puede verse en las aperturas que siguen, pocos de ellos poseen empleo formal, muchos son inquilinos o no poseen un hogar propio, abundan los desocupados y todos aquellos que día a día salen a la calle en busca de su pan, como los gauchos que antaño recorrían el territorio nacional.

Por el contrario, los votantes de Patricia Bullrich parecen ser un espejo inverso: la candidata de Juntos por el Cambio se hace fuerte en la población de adultos mayores de 70 años, entre los cuales posee casi un 50% de intención de voto. Son propietarios, de nivel socioeconómico más alto. Dueños de empresas o de emprendimientos. Y también de un antiperonismo silverstre.  

Unión por la Patria, por su parte, empieza a elevar su intención de voto aproximadamente a partir de los 40 años. Se trata, en términos relativos, de una población envejecida. Con trabajo en blanco, que vive en el confort, y que al igual que los votantes de Myriam Bregman dan un alto contenido ideológico a su voto. 

Un detalle no menor es que la mayor porción de los indecisos es sociodemográficamente parecida a los votantes de La Libertad Avanza.

Los nuevos gauchos son más pobres. JxC y UP tienen mayor representación proporcional en los sectores altos. Con una diferencia: Bullrich no llega al 14% en los NSE bajos. Massa subperforma en los votantes más pobres: el peronismo ya no los puede representar en forma mayoritaria.

El voto femenino que Milei pierde va a Massa, a Bullrich y/o a indecisos. Pese a su insistencia con la cuestión de género, la izquierda no registra un porcentaje significativo de votantes mujeres.

Los votantes de Unión por la Patria y de Juntos por el Cambio son sociodemográficamente parecidos

Resetear sí, dolarizar no tanto

Lo que parece «agrietar» la elección del 22 de octubre no es tanto la supuesta discusión ideológica, ni el voto bronca o castigo hacia el oficialismo, si no más bien un impulso de aquellos que tienen poco que perder y viven por fuera de las instituciones del siglo XX a «resetear» el sistema. 

Resetear no es lo mismo que incendiar, ni dar un salto al vacío, ni tener bronca: resetear es hacer un movimiento rápido y contundente que permita barajar y dar de nuevo. El reseteo surge del hartazgo y tiene consecuencias inciertas (no se sabe qué información se perderá) pero es un impulso hacia el cambio, hacia un nuevo inicio. 

Los cuadros que siguen muestran las principales motivaciones a la hora de elegir un nuevo presidente dentro de nuestra muestra que, como dijimos, tiene aproximadamente 8400 casos a nivel nacional. 

El driver de voto preponderante en el electorado es el cambio: el 47,4% de los votantes votará a aquel candidato que inspire la sensación de “que las cosas cambien radicalmente de una buena vez”. Se podría decir que tanto en esa opción como en aquella que “quiere un presidente razonable” (21,6%) las cuestiones ideológicas no tienen un peso significativo. Juntas, estas opciones suman un 69%.

El voto por valores, el clásico, el ideológico, apenas cosecha poco más que un cuarto de las opciones, con un 27%. El voto específicamente contra el oficialismo cosechó apenas un 3,5%. Estos son los límites del “voto bronca”: no es para terminar el gobierno de una coalición específica. Es un voto de reseteo con deseos de vivir mejor. Lo más pronto posible. Nadie quiere esperar.

En aquellos que dicen optar por Javier Milei, el deseo de un cambio radical trepa a un 75%. Pero esta opción también supera al 40% en votantes de Bullrich, en los de Schiaretti, en los anuladores o blancos y en los indecisos.

Los votantes de Milei no son entonces “ideológicos”: solo un 15% de sus votantes dice compartir sus valores, mientras que en el general esa categoría cosecha un 27,5% de las opciones. No hay un marcado sesgo anti oficialista entre el pueblo de LLA.

Entonces, más que “bronca” –cuando se vota en contra- lo que parece suceder es que el otro ya no cuenta, es casi indiferente, se busca algo nuevo y superarlo. Resetear la máquina, acaso más allá de lo razonable.

Massa y Bregman son los que cosechan un voto más “valorativo” o ”ideológico”: ambos sobreperforman esta categoría por encima de los 40 puntos (cuando los “Valores similares” representan un 27,5%).

Bullrich casi triplica el voto anti oficialista dentro de sus electores, con un 8,8% frente a un 3,5% de media general. Pero no descolla en ninguna de las otras categorías.

Entre aquellos que anulan y los indecisos, el deseo de que las cosas cambien radicalmente de una buena vez es más alto que en todos los candidatos salvo Javier Milei.

La dolarización, sin embargo, no parece optar de un consenso amplio. Y representa una grieta de nuevo tipo. 

Los votantes de Javier Milei son el núcleo duro del apoyo social a la dolarización (casi un 80% de sus votantes la apoyan).

Los de Massa son el núcleo duro de los que se oponen (un más de un 75%).

Esta parece ser la nueva grieta entre minorías intensas. Por eso, parece un elemento importante pero no suficiente para decidir la elección.

Luego, de los votantes de Bullrich, y si bien un 53% dice estar en contra, más de un 20% la apoya y más de un 27% no lo sabe.

Entre los indecisos y aquellos que votarán en blanco, las dudas sobre la dolarización son mayores (en ambos casos el “no sé” supera el 30%), pero la tendencia es a estar “en desacuerdo” o “muy en desacuerdo”.

Pero, ¿Qué es la dolarización en la cabeza de las personas que respondieron esta encuesta? Para profundizar en esta cuestión decidimos otorgar un nuevo set de opciones, que se vinculasen menos al acuerdo o al desacuerdo que a la sensación que generaba la medida. 

De acuerdo a esta repregunta, para los votantes de Milei, que la apoyan en más del 87%, parece ser la simplificación de la vida. Los convencidos llegan al 52,1% de los votantes de LLA.

Para los votantes de Massa, que la rechazan en más de un 90%, parece ser el fin del mundo en el que añoran vivir. Los plenamente convencidos de sus efectos negativos son, en el anverso de los de LLA, un 52,9%.

Tanto los votantes de Bullrich y el resto de las fuerzas políticas, ante la incertidumbre de los efectos de la medida, se orientan a defender la moneda nacional en valores de aproximadamente un 40% (que asciende a un 50% en los indecisos). El vector de la defensa de la patria parece mostrar un peso notable.

Un tercio de los indecisos, sin embargo, señala que “se podría probar”. Esto parecería indicar que son una población sui generis. Los que, en última instancia, decidirán.

Un tercio de los indecisos señala que «se podría probar» con la dolarización, pero la mayoría no parece estar de acuerdo con la medida

Breve conclusión

Los bloques sociales que se enfrentan en esta elección tienen más que ver con sensibilidades que con ideologías.

Con el deseo de un cambio radical y de individuos atomizados y desinstitucionalizados que ya están hartos del statu quo. Y desean que este cambio suceda rápido.

Tienen la esperanza de un mundo más simple y con certidumbres para la competencia.

Un mundo cuyas jerarquías estén establecidas por el mérito individual y no por corporaciones.

Lejos de la vieja argentina igualitarista y estado céntrica. Lejos del republicanismo y de la retórica ideologizada.

En este plano, la dolarización no termina de convencer a las mayorías. Principalmente por el deseo de defensa de la moneda nacional. 

1 de septiembre de 2023

Barrios de preferencia y problemáticas de la Ciudad de Buenos Aires

Percepciones sobre la ciudad, sus barrios y atributos de la experiencia en CABA.

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En base a las controversias en la que está inmersa la cuestión de la regularización de la Ley de Alquileres, y al gran problema de vivienda que afecta a un creciente número de habitantes de la ciudad de Buenos Aires, realizamos una encuesta para preguntarles por sus percepciones en torno a sus barrios. Dentro de este horizonte, y para comenzar con un marco, preguntamos en primer lugar si conocían en qué Comuna vivían. El resultado de este interrogante fue que un 78% sabía en qué comuna vivía de acuerdo al domicilio declarado, un 12% se equivocó a la hora de señalar su Comuna de residencia y apenas un 10% declaró no saber en qué Comuna habitaba.

Luego pasamos al terreno de los barrios de preferencia, y de la conformidad con el barrio donde se vive. Casi un 57% de los porteños está conforme con el barrio en el cual vive actualmente, mientras el 43% restante no lo está. Sin embargo, al hacer una apertura de estos números la desigualdad en la calidad de vida entre el sur y el norte de la ciudad se hace palpable. Constitución es el barrio que acumula una mayor cantidad de frecuencias de personas que, si pudieran, cambiarían su barrio, con poco más de un 83%. La siguen Balvanera (82%), La Boca (81%) y San Nicolás, con casi un 79%. En el otro extremo, Núñez con un 88,5%, Chacarita con casi un 73%, Belgrano con casi un 80% y Villa Urquiza con un 69% son los barrios donde una mayor cantidad de encuestados declaran que, si pudieran elegir un barrio para vivir, elegirían el propio.

Pasando a otra instancia, y en el mismo sondeo de 1500 casos, preguntamos por los atributos positivos y negativos más valorados de la Ciudad de Buenos Aires. La opción de la pregunta era múltiple, con la posibilidad de elegir dos respuestas entre las opciones. Aquellas que acumularon mayor preferencia fueron “Su vitalidad cultural y la variedad de actividades y espectáculos” (31,2%), “Su gente, mi familia, que me siento en casa” (29,9%) y “Sus plazas y espacios públicos” (24,5%). Aquellos atributos positivos que menos valoración cosecharon fueron “Su seguridad, me siento tranquilo en la calle” (11,7%), “El sistema de salud y la escuela pública” (10,8%) y “Sus valores de inclusión y tolerancia” (3,9%). En el medio, con 14,3% y 13,9% respectivamente, quedaron “Que es una ciudad del primer mundo, cosmopolita” y “Sus negocios, shoppings y comercios”.

Como señalamos, realizamos el mismo ejercicio con atributos negativos. En este orden, hubo paridad en alrededor de 30% de la concentración de las respuestas en tres problemas: “La dificultad para alquilar y encontrar un buen lugar para vivir”, “El costo de vida” y “El tránsito y la dificultad para moverse”. En el lote del medio, con un 23% aproximado, quedaron “La pobreza que se ve en las calles” y “La inseguridad”. Cerca, con un 16,3% de las opciones, quedó “La contaminación ambiental, sonora y visual”. Relegadas, y en concordancia con las respuestas sobre atributos positivos, quedaron “La falta de espacios públicos” (3,6%) y “su gente” (2,3%).

Este sondeo nos habla de que la Ciudad de Buenos Aires es reconocida por su vitalidad cultural, los espacios de uso común y su gente. El vector de compartir experiencias es altamente valorado, lo que hace que, en cierto punto, y pese a que hablamos de una megalópolis, se pueda seguir pensando en aquella “Gran Aldea” de la que hablase Vicente Fidel López. En lo tocante a la apertura de estas respuestas por comuna, es notorio que las comunas del norte de la ciudad valoran con mayor fuerza la cuestión del cosmopolitismo, mientras que las del sur poseen una identidad más gregaria, con una valoración mucho más alta de los vínculos y naturalmente menor de la infraestructura. Buenos Aires, es, también, al menos dos ciudades en una.

Breve conclusión

Para concluir con este análisis, dos datos curiosos que aportó la apertura por comunas de nuestra encuesta. En primer lugar, las Comunas 2 (Recoleta) y la 4 (La Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya) están entre las que subperfoman en su percepción de la seguridad como atributo positivo, es decir, las que se autoperciben como más inseguras, con un score de alrededor de un 7%, lo que representa 5 puntos por debajo de la media. ¿Es la misma inseguridad la que se vive en una y en otra? Por otro lado, las comunas cuya población tiene un nivel socioeconómico menor (principalmente localizadas en el sur de la ciudad) son aquellas que mejor valoran el sistema de salud y la educación pública. ¿Será acaso porque son aquellos que más las usan realmente?

24 de julio de 2023

Los porteños y sus animales de compañía

Profundizamos sobre la relación entre los habitantes de la ciudad de Buenos Aires y sus mascotas. Las pet families y el amor: sólo un 12% declara haber comprado y el importante espacio afectivo ocupado por los animales.

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Analizamos ya la gran presencia de los animales de compañía en los hogares de la ciudad de Buenos Aires, y su convivencia con el 57% de los porteños. Ponderamos que dentro de una mayoría de perros, los gatos son aquellos más elegidos por los jóvenes, y dimensionamos también la inversión en estos animales. 

En esta segunda parte de los resultados de la encuesta sobre animales de compañía queremos enfocarnos en otros temas, quizás más «blandos»: lo que los animales de compañía representan para las personas (recordemos que el 75% de los convivientes eran los «dueños»). 

Para empezar con estas cuestiones decidimos preguntar en primer lugar cómo habían llegado los animales de compañía a la vida de nuestros encuestados. De esta forma, aprendimos que la mayor distribución de frecuencias está entre aquellos que adoptaron al animal (32%), muy cercanos a aquellos que llegaron a sus mascotas a través de conocidos, amigos o familiares. Un 26% dice haberlos encontrado en la calle, mientras que un 12% declara haberlos comprado. 

¿Cómo fue que llegó a tu vida?

Si los animales de compañía cada vez parecen comprarse menos y la conexión con los mismos se produce por vías afectivizadas o gregarias, su lugar dentro de la economía afectiva de los hogares parece cada vez más significativo. Para intentar caracterizar a la relación entre los «dueños» y sus animales nos nutrimos de algunas categorías exploratorias que surgieron de entrevistas en profundidad a dueños de pet shops y a veterinarios además de a convivientes con mascotas. El 5% de los entrevistados adscribió a la frase que proponía «los tolero porque son de otra persona de mi familia», mientras que el 23% declaró que «son simplemente mascotas, me hacen compañía». Por otra parte, el 18% se inclinó a la opción que proponía que «son como hermanos o amigos, miembros de la familia» y un 54% declaró estar más de acuerdo con la frase que aseveraba que «Son como hijos para mí, los amo». De esto se desprende de que dentro del universo de un 57% de las personas de la ciudad de Buenos Aires que conviven con animales, hay un 72% que considera a estos animales de compañía como miembros de su familia, y en la mayoría de casos similares a hijos.  

¿Cómo definirías la relación que los une?

Pet families y emocionalidad

La importancia de los animales de compañía es tenida en cuenta pocas veces por disciplinas como la urbanística, la arquitectura o el diseño de políticas públicas o culturales, como así también de cuidado. Sin embargo, los resultados de este sondeo en la Ciudad de Buenos Aires muestras que las llamadas «pet families» son mayoritarias, que el valor emocional aportado por los animales de compañías es amplio y extendido. Al final de esta encuesta, y basándonos en la metodología utilizada anteriormente, preguntamos por el aporte emocional de los animales de compañía. De esta forma, y otra vez dentro del universo de los convivientes, un 2% dijo «Me molestan, preferiría que no estuvieran», un 13% dijo «Me dan trabajo pero contribuyen al buen clima familiar», un 24% señaló que «son una compañía» y finalmente un 61% optó por la opción que proponía «Me transmiten un amor puro que no abunda entre humanos». 

¿Cuál es el aporte emocional del animal que vive en tu hogar?

23 de mayo de 2023

El principio del amor: uso social de las aplicaciones de citas

¿Cuál es la llegada de las aplicaciones de citas? ¿Cuáles se utilizan más? Y lo más importante: ¿Para qué? En este sondeo intentamos responder a estas preguntas, que de una forma y otra incluyen el concepto de fidelidad.

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El salón victoriano, los matrimonios por conveniencia, las danzas rituales, las discotecas o las aplicaciones de citas aparecen como diferentes modalidades para conformar parejas. En el caso de estas últimas, la principal novedad es la intervención de diversos sistemas de inteligencia artificial capaces de encontrar afinidades electivas entre personas. ¿Pero qué porcentaje de la población las utiliza? ¿Cuáles son las más elegidas? ¿Y qué representaciones tienen estos usuarios sobre los vínculos románticos y de pareja? Realizamos una encuesta de 5 mil casos a nivel nacional preguntando por estas cuestiones.

¿Alguna vez utilizó una aplicación de citas?

Un porcentaje apenas superior al 19% de la población utiliza o utilizó alguna vez las llamadas “apps de citas”.

¿Cuál es la que utiliza o utilizó con mayor frecuencia?

Dentro de este número, las más conocidas son Tinder (39%) y Happn (17%). Existe una gran dispersión dentro de esta categoría, ya que el “Otras” concentra un 29% de las frecuencias. Ok Cupid, una app de citas muy citada entre las minorías hipersensibles de las clases dominantes, cosecha apenas un 4%, por detrás de Grindr, que suma un 9% aproximadamente.

¿Con qué objetivo decidió usarlas?

En lo que se refiere a los drivers o motivaciones que llevan a las personas a utilizar estas tecnologías, y a encomendarse a ellas en la búsqueda de experiencias sensibles, encontramos que el porcentaje mayoritario, un 32%, se entrega a ellas con el objetivo  de conocer una pareja. Un 25% lo hace en busca de un “touch and go”, romances fugaces, y un 21% acude a las mismas con expectativas de una relación de amistad. Finalmente, un 22% dice utilizarlas para “Experimentar”. Cuando hicimos un buceo abriendo la nube de palabras de esta categoría encontramos sentidos que abarcaban desde la experiencia de pasar el tiempo, seducir sin necesidad de “concretar”, o buscar sexo grupal o relaciones swingers. Tanto en “Experimentar” como en “Amistad” hay una significativa búsqueda de relaciones no presenciales. Como breve conclusión, podríamos decir que del 19% de la población que alguna vez utilizó app de citas,  alrededor de tres cuartas partes lo hacen para que el contacto llegue a instancias cara a cara.

¿Qué pensás de la monogamia?

Esta encuesta terminó con una pregunta más general, vinculada a las relaciones sexoafectivas. Su objetivo era pensar las aperturas a las preguntas precedentes, y realizar también cruces por edad, nivel socioeconómico, ubicación geográfica. Intentamos formularla del modo más simple posible: “¿Qué pensás de la monogamia?” Y como respuesta propusimos tres opciones. La primera fue “Creo que debe funcionar como un ideal, pero en la realidad hay un acuerdo tácito de que es imposible de practicar”, que cosechó un 31% de las frecuencias. La segunda fue “Creo que es la única forma sana de relacionarse con una pareja”, que fue la más seleccionada con un 58%. La tercera, por su parte, fue “No me interesa, creo que es algo arcaico y prefiero el poliamor”, con un 11%.

20 de mayo de 2023

¿Cuál es tu artista argentino favorito?

Basado en una encuesta de 1200 casos en Capital Federal, preguntamos por las preferencias musicales de los porteños.

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A través de una encuesta de 1200 casos en capital Federal, preguntamos por las preferencias musicales de los porteños. Para elegir el set de opciones que propusimos nos basamos en una pregunta realizada en grupos focales sobre vida cultural en el espacio público y en el espacio hogareño que veníamos llevando a cabo. En los grupos,  la pregunta sobre “¿Cuál es tu artista argentino favorito?” servía al mismo tiempo para romper el hielo y para introducir el horizonte sobre el que versaría la guía de pautas.

Luego, semanas más tarde, la duda sobre las respuestas y sobre los segmentos actitudinales que estábamos trabajando nos impulsó a repetir la consulta a través de la encuesta que presentamos, valiéndonos de los artistas más mencionados en los grupos. Así las cosas, preguntamos por Charly García  (13,6% de las preferencias), Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (10,3%), Los Nocheros (10%), Mercedes Sosa (9,3%), Los Palmeras (7,2%), Martha Argerich (6,6%), Julio Sosa (6,2%), Lali Espósito (6,2%), Babasónicos (5,2%), Duki (2,5%) y Ricardo Iorio (1,8%). Dada la gran dispersión de la categoría, un 20,6% respondió que Ninguno de los anteriores.

Preferencias de acuerdo al género y a la orientación política

Al abrir estas preferencias de acuerdo al género, encontramos que entre las mujeres hay una mayor predilección por Babasónicos, Lali Espósito y Los Nocheros, en una proporción de aproximadamente dos tercios. Mientras que entre los hombres las frecuencias muestran una concentración más nítida en Julio Sosa y en Ricardo Iorio, con valores superiores al 80% dentro de sus electores.

Finalmente, nos permitimos cruzar estos resultados con la valoración de ciertas preferencias políticas de los encuestados. Entre aquellos que valoraron positivamente a la figura de Cristina Fernández de Kirchner sobreperforman aquellos que habían elegido a Mercedes Sosa, a Babasónicos y a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, esto es, la proporción de preferentes de estos artistas es más de 50% más alta en aquellos que simpatizan con la dos veces presidenta. Aplicando el mismo sistema de lectura, entre aquellos que muestran una alta valoración del ex presidente Mauricio Macri se destaca la alta frecuencia de preferencias por Julio Sosa, Martha Argerich y Duki.

12 de mayo de 2023

Valores progresistas, voto libertario. Apuntes para pensar una contradicción aparente.

Basado en una encuesta de alrededor de 10 mil casos desplegada a nivel nacional, este análisis indaga en las aparentes contradicciones de una sensibilidad política emergente, de características transaccionales, solidarias, liberales y con una empatía de nuevo tipo, tan lejana de los prejuicios progresistas como de las supuestas «nuevas derechas».

análisis

elecciones 2023

El avance electoral de partidos políticos ligados a las «nuevas derechas» muchas veces autoritarias y la proliferación de diversas usinas comunicativas vinculadas a la cultura libertaria eran hasta hace poco un fenómeno global que la Argentina miraba con curiosidad módica y distante recelo. Hoy, y al ritmo del prolongado deterioro económico y social que atraviesa nuestro país, signado por el crecimiento permanente de la inflación y el crecimiento ingente de la pobreza, y fogoneado también por algunas encuestas que vaticinan que Javier Milei será el candidato con más votos en las PASO, este escenario aparece como una opción material.

Como contrapeso al crecimiento y al aura ganadora que despliega Milei, que supuestamente «dice lo que hará» y repudia a la llamada «casta» política, el periodismo suele fascinarse con encuestas de valores que contravendrían esta tendencia, y presentan al «fenómeno Milei» como una anomalía transitoria y sólo apalancada en el enojo social. Para matizar esta lectura, en este texto venimos a presentar una interpretación sobre la contradicción aparente entre «valores progresistas» y «voto libertario» que parece atravesar a una parte de la sociedad argentina.

Nos basamos en una encuesta realizada a nivel nacional, con una totalidad de diez mil casos, y en ponderaciones realizadas con la ayuda de nuestro panel. De esta manera -el lector juzgará si con mayor o menor éxito- buscamos aproximarnos a las categorías nativas y evitar el sesgo progresista y técnico que aún portan muchas de las preguntas sobre valores en la encuestología que nos es contemporánea. Nuestras preguntas fueron formuladas como afirmaciones con respecto a las cuales los encuestados podían mostrar un nivel de acuerdo con una gradación de cinco opciones, dos de ellas “a favor”, dos de ellas “en contra”, y una opción de neutralidad para cada pregunta.

Desde los inicios de esta indagación los objetivos fueron claros: bucear en el “sentido común de derechas” que muchos agoreros observan con desazón con miras a las elecciones del año 2023. Sopesar el peso del antiguo intervencionismo estatal como respuesta a las diferentes problemáticas y disyuntivas sociales. Indagar asimismo en cuestiones como espiritualidad, medio ambiente o teodiceas de la desigualdad, en un momento previo o al menos paralelo a su codificación ideológica. 

Un nuevo liberalismo silvestre

Leyendo los resultados en términos generales, lo primero que surge es la ruptura de la matriz intervencionista-estatal como discurso creíble a la hora de proponer soluciones a las problemáticas sociales. Que esta ruptura correlacione directamente con un posicionamiento ideológico de “derechas” depende mucho de lo que se considere de derechas o de izquierda, y es una discusión que excede los objetivos de este análisis, o se encuentra en sus bordes. Lo cierto es que la idea de que el Estado es un actor capaz de solucionar algunas contradicciones propias de las sociedades del capitalismo occidental parece haber entrado en un franco declive, al menos en la Argentina. Cada vez que los políticos hablen de “más estado”, lo harán en este contexto.

Propusimos un set de cuatro preguntas vinculadas al intervencionismo estatal, rotadas en forma aleatoria durante la encuesta, y los resultados no dejaron de sorprendernos. Casi tres cuartas partes de los encuestados (74%) estuvieron Muy o Algo de acuerdo en que “Inventar nuevos impuestos jamás es solución para los problemas económicos”. Solo un 37.2% considera que “El campo debe contribuir con retenciones al desarrollo del país”. Un 63.2% de quienes respondieron estima que “Los controles sobre la moneda y los precios son perjudiciales para las personas como yo”. Y, finalmente, un 51.6% declara en la encuesta que “El Estado se dedica a mantener a personas que no quieren trabajar”. Los ciclos populistas e intervencionistas en la economía han dejado un sabor al parecer amargo sobre las capacidades del Estado a la hora de intervenir en la economía: ni las retenciones, ni nuevos impuestos o una propuesta más progresiva de los mismos, ni los controles de ningún tipo aparecen para grandes franjas de la población como herramientas eficaces. La idea de derechas de que la ayuda social contribuye a “mantener vagos”, sin embargo, se muestra polarizante. Más adelante nos enfocaremos en esta cuestión. 

El ocaso de los discursos intervencionistas

Otro set de preguntas que vendrían a completar esta aproximación al «liberalismo silvestre» que germina en nuestras pampas es la posición de los encuestados sobre algunos ejes que parecerían conformar la “doxa”, la opinión establecida del intervencionismo estatal. Preguntamos sobre si las dificultades de la economía argentina tenían una raíz foránea, sobre la necesidad de una reforma laboral que diese mayor capacidad de maniobra a las empresas, sobre los sindicatos y sobre una posible dolarización.

Con respecto al primer tema, poco más de un tercio de los encuestados (35.3%) cree que “Las principales fuentes de nuestras dificultades económicas son foráneas”. La matriz explicativa imperialista o de desarrollo y dependencia parece mostrarse en declive dentro de un mundo hiper-individualizado y fatalmente globalizado. El de la reforma laboral (“Es necesaria una reforma laboral que diera más flexibilidad a las empresas”) fue quizás el punto que más sorpresa trajo a la hora del análisis: un 73.7% de los encuestados se mostró de acuerdo o muy de acuerdo con esta frase. Si a esto le sumamos que un 70.8% de nuestro universo consideró algún tipo de acuerdo con la frase que rezaba “Los sindicatos son el mayor problema del país”, las interpretaciones del conflicto entre el capital y el trabajo, vertebradoras de muchos de los consensos progresistas, parece mostrar un clivaje de nuevo tipo.

Si la responsabilidad por los problemas económicos y sociales del país se atribuye más a la legislación laboral y al obrar de los sindicatos que a dificultades foráneas como la restricción externa, el comportamiento de empresas multinacionales o de potencias imperialistas, la hipótesis de la “derechización” social parecería certera. Sin embargo, se trata de una “derechización” que no está tan de acuerdo con la privatización de las empresas públicas ni con la dolarización de la economía, dos temas clásicos de las derechas neoliberales. El sentido común de la población, en este punto, parece un tanto más progresista. Sólo el 32.2% cree que “La única salida posible a la crisis económica permanente que padece la argentina es la dolarización”. Un número apenas mayor al que prefiere no expedirse sobre este tema (24%), que se considera delicado. 

Más que derechización lineal, lo que parece existir es un fuerte rechazo a las soluciones corporativas siglo XX, a las teorías de la dependencia estructural, al keynesianismo realmente existente. Y una necesidad latente de reforma del estado o de forjamiento de nuevas instituciones intermedias entre el viejo aparato público y la sociedad. En un mundo caótico y flexible, las ideologías son sólo propiedad de minorías intensas, mientras que las soluciones ya aplicadas, sean de izquierda o de derecha, generan niveles similares de rechazo o desconfianza. Podría hablarse de una derechización selectiva, en favor del libre albedrío de los trabajadores, de la iniciativa empresaria y del control estatal de la moneda y de ciertos servicios públicos.

Solidaridades ambientales

La supuesta “derechización” social muestra otros matices. El 57% de los entrevistados dijo estar de acuerdo o muy de acuerdo en que “la solidaridad es más importante que la eficiencia”, y tan solo el 31,7% dijo no estar de acuerdo con esta frase. Sin embargo, los números son similares cuando se consulta sobre si “la desigualdad es una consecuencia normal de la voluntad y el mérito de las personas”. ¿Cómo podemos leer esta aparente contradicción entre solidaridad y meritocracia? Quizás empezando a pensar en una subjetividad dispuesta a resignar algo en un marco que perciba como de justa competencia. Apenas un tercio de la población cree en que las condiciones de nacimiento determinan en gran medida el destino de los hombres, pero también un tercio cree que la eficiencia es un valor supremo a la hora de organizar una sociedad. Voluntarismo y sensibilidad humanista, rechazo del mercado como valor supremo y búsqueda de reglas percibidas como justas.

La sociología de Emile Durkheim habló de solidaridades mecánicas y orgánicas como una forma de comprender el tránsito entre modos de agregación premodernos y propios de la sociedad industrial y su organización del trabajo. El ecosistema emocional actual parece hablarnos de “solidaridades ambientales” nutridas de una ecología transaccional y empática a la vez.  Para nuestra sorpresa, la pregunta sobre cuán prioritaria es la agenda ambiental cosechó un 72% de acuerdo, con una tasa de rechazo de poco más del 10%. Ante la creencia de que esta agenda “no suma votos” expandida en la corporación política argentina, se trata al menos de un llamado de atención. Un tanto más baja pero de alcance similar es la tasa de aquellos que creen que “Dios existe y cada persona rendirá en algún momento cuentas por sus buenas y sus malas acciones”: esta frase cosechó un 60.6% de acuerdo, contra un 23.4% de desacuerdo y un modesto 16.1% de agnosticismo.

Meritocracia, solidaridad ambiental y creencia en la trascendencia son, a simple vista, valores antitéticos. Pero pueden convivir sin contradicciones en el sentido común transaccional que marca el pulso contemporáneo. E incluso dar lugar a la peregrina idea de que el Estado debe dar algún tipo de contención a los grupos sociales más desfavorecidos (retomamos: sólo el 51.6% está de acuerdo con la frase que dice: “El estado se encarga de mantener a las personas que no quieren trabajar”).

Y, al mismo tiempo, sumar algo poco esperado: una aceptación mayoritaria de la tolerancia a las identidades de género. La frase que proponía que “La tolerancia a las identidades de género es un requisito indispensable para construir una sociedad abierta” sumó casi un 57% de respuestas favorables, y un 32% de respuestas en sentido opuesto. Finalmente, una pregunta sobre la centralidad del deporte y los clubes como posibles vectores de políticas públicas de integración social cosechó el más alto de todos los acuerdos (aún más que aquella que preguntaba sobre si los sindicatos son uno de los mayores problemas del país): un 78%. Solidaridad, competencia, vida activa y naturaleza, pero articuladas por instituciones de un tipo diferente, insignias de una solidaridad ambiental que no puede ser leída en clave progresista: el 70.4% de los encuestados aseveró estar de acuerdo con que “La policía debería contar con más poder y autonomía para actuar”.

El ecosistema emocional actual parece hablarnos de “solidaridades ambientales” nutridas de una ecología transaccional y empática a la vez.

2001: el fin de la odisea

Los ciclos políticos que sucedieron al colapso de 2001 parecieron organizar su intervención sobre la lectura de que la sociedad reclamaba más Estado, y de que el peronismo era el garante del orden social. Hoy estos adagios, que fueron performativos, parecen haberse achicharrado pero no por eso consumido del todo. Son brasas que aún crepitan en el fuego del nuevo y mutante humor social, tocado además por la experiencia pandémica en formas que aún no han sido dimensionadas, y con una inflación que carcome los fundamentos del pacto social, ante la cual la corporación política se muestra impotente. Acaso un ejemplo de esto, y pasando ya a un último bloque del análisis más concentrado en ideologías políticas, se vincule a las percepciones en torno a la educación y los principales partidos que aún organizan el juego político argentino.

Afirmamos: “Al Frente de Todos le interesa más la educación que a Juntos por el Cambio”. Las respuestas arrojaron que un 28.1% de los encuestados coincidía con esta afirmación en mayor o menor medida, mientras que prácticamente un 58% respondió por la negativa, con un 14% de neutrales. Por su parte, aquellos que respondieron en forma positiva a la afirmación de que “Jamás votaría a un candidato vinculado al peronismo” representaron 53.3% de los encuestados, mientras que casualmente un 30% lo negó. Aparece ahí la tentación de incurrir en la falacia ecológica para afirmar que hay un solapamiento entre el 28.1% de la pregunta anterior -aquellos que vinculaban al Frente de Todos a una mayor preocupación educativa- y este 30% de no-antiperonistas. La traslación de estos resultados a pisos y techos electorales parece sin lugar a dudas apresurada, pero marca cierta temperatura electoral.

El fracaso de las diversas “avenidas del medio” en la historia reciente de nuestro país pesa como un hecho traumático para muchos de aquellos cansados de la polarización y cierta codificación de los debates en matrices de lectura binarias. Sin embargo, la intrincada relación entre expectativas sociales y oferta electoral parece volver a emerger en el contexto de nuestro estudio. Un 63.8% de los encuestados optó por estar de acuerdo con la frase que proponía que “Las dos fuerzas políticas que gobernaron en los últimos períodos fracasaron y necesitamos una nueva opción”, mientras que un 28% rechazó la idea. El deseo es volátil, el voto es pasional, dicen aquellos que prefieren caracterizar a los votantes como «tontos emocionales», y estos fríos números pueden significar bien poco. O no: dependerá de las rispideces al interior de los partidos políticos y de la ambición de los jugadores que deben desplazarse por un tablero tan resbaladizo como abierto.

Aunque gobierna el mundo y las decisiones de mercado se basan en ella, se considera que la estadística es una disciplina aburrida. Este estudio, sin embargo, se topó con un hallazgo que mirado con amor podría resultar gracioso o al menos sintomático. El nivel de acuerdo y de desacuerdo con la frase sobre el fracaso de las fuerzas políticas que organizan el escenario electoral argentino fue equivalente al cosechado por otra frase: “Cuando tengo que elegir presidente, siempre voto al candidato que mejorará mi poder adquisitivo”. Esta reunió un 63.6% a favor y un 28.8% de desacuerdos, lo que representa prácticamente los mismos niveles de acuerdo y de desacuerdo que había mostrado la frase analizada anteriormente, que proponía que ”Las dos fuerzas políticas que gobernaron en los últimos períodos fracasaron y necesitamos una nueva opción”. Un sector mayoritario de “la gente” siente que necesita una nueva opción, pero al mismo tiempo votará a aquellos que le otorguen la percepción de una mejora en su situación personal. El país necesita una nueva opción, pero yo no estoy tan seguro de necesitarla. O necesito una nueva opción que además -y principalmente- mejore mi economía, en un país casi acostumbrado al caos de expectativas y a una inflación fuera de la escala occidental.

Afirmamos: “Al Frente de Todos le interesa más la educación que a Juntos por el Cambio”. Las respuestas arrojaron que un 28.1% de los encuestados coincidía con esta afirmación en mayor o menor medida, mientras que prácticamente un 58% respondió por la negativa, con un 14% de neutrales.

Breves conclusiones

Las teorías de los votos ideológicos duros o las estimaciones de pisos y techos electorales nutren el debate sobre los escenarios políticos, pero no suelen tener en cuenta las contradicciones entre temperamentos políticos, temperamentos sociales y las sensibilidades que caldea cada época. Este análisis, basado en una importante encuesta de opinión pública, intentó mostrarse como un bosquejo para abordar la enorme complejidad de los sentimientos públicos y los sentimientos en torno a lo público político en nuestros tiempos. Las posibilidades de clusterización que se abren ante nuestro set de preguntas son tentadoras, pero quedan reservadas para el mundo de la consultoría privada. 

La hipótesis es que nos enfrentamos a subjetividades plásticas y compartimentadas, dueñas de un combo entre pragmatismo transaccional, empatía naturalista, espiritualidad premoderna y una idea de justicia hiper individualizada que se basa en una teodicea meritocrática. Dicha complejidad demuestra la subestimación del votante de la que se sirven las teorías o el sentido común campechano tan propio de la corporación política que lo tratan como a un “tonto emocional” que acude a las elecciones hechizado por sensaciones pasajeras. 

Una coyuntura donde el peronismo ya no es invocado para restaurar el orden y su retórica de derechos sociales choca con un liberalismo silvestre que reclama contundencia transaccional, donde opciones de ultra derecha libertaria crecen apoyándose en algo más que «bronca», y respondiendo a intrincadas razones histórico culturales, y donde la oposición tradicional de Juntos por el Cambio despierta cualquier cosa menos entusiasmo invita a investigar más y de modo más complejo. No son pocos los desafíos ante un ciclo social donde ciertos consensos básicos de la vida común parecen amenazados y el deseo social de Estado no se extingue pero exhibe importantes metamorfosis.

3 de mayo de 2023

¿Quién fue el mejor presidente desde 1983 para los argentinos?

Una encuesta sobre el recuerdo sociales de los presidentes argentinos. La vigencia de Kirchner y Alfonsín, y algunas sorpresas sobre Menem y Cristina.

análisis

política

Se van a cumplir cuarenta años del regreso de la democracia en la Argentina y seguramente esa efeméride redonda habilitará una multiplicidad de análisis, balances, juicios y evaluaciones sobre la historia recorrida en esas cuatro décadas y las metamorfosis que la sociedad argentina experimentó en ese lapso, el más extenso de democracia constitucional de nuestra historia. Desde el trauma de la salida de la dictadura pasando por las crisis económicas profundas que en varias oportunidades sufrió el país y los logros y fracasos conseguidos en materia social y económica, la democracia va a ser tema de debate y autoexamen. De hecho, desde hace unos años lo viene siendo cada vez con más intensidad, con voces que si bien no la cuestionan abiertamente (ese umbral aún no se cruzó) se pronuncian sobre un alegado largo trayecto de decadencia que daría cuenta de una disociación entre continuidad electoral y resultados positivos sobre el bienestar económico y social.

Una mirada cuantitativa para aproximarnos a la evaluación social que hace la población de estos cuarenta años de democracia puede partir de conocer que valoración les da a los diversos gobiernos que estuvieron a cargo del país: por supuesto, los procesos virtuosos o fallidos de estos, por suerte, largos años democráticos exceden a un período de gobierno y se solapan entre sí, muchas veces de manera contradictoria. Pero la democracia argentina está jalonada de liderazgos fuertes que marcaron su época, muchas veces tiñendo con su impronta todos los aspectos y sensibilidades que constituyen una época: los años de Alfonsín, los años de Menem, los años de los Kirchner, hacen referencia a algo más grande que la suma de políticas públicas que instrumentaron esos presidentes, forman parcelas de tiempo histórico que la memoria social asocia con momentos ineludiblemente unidos a nuestras propias vidas privadas y públicas. Partimos, entonces, de una pregunta general sobre quién consideran los encuestados el mejor presidente argentino desde 1983. Teniendo en cuenta que alrededor de la mitad de la población tiene menos de 40 años, la elección del mejor presidente involucra no sólo un juicio sobre lo vivido en primera persona, sino también en muchos casos una adhesión que se nutre de imágenes, relatos, identidades heredadas o redescubiertas ex post.

Mejor presidente

Sobre 10 mil casos en todo el país.

Néstor Kirchner encabeza la lista de preferencias con 24,5% de las menciones y en segundo lugar aparece Raúl Alfonsín con 18,9%. Casi la mitad de las preferencias se concentra en estas dos presidencias, que encierran similitudes y diferencias notables que van mucho más allá del diferente origen partidario. En primer término son dos presidencias que emergen después de un trauma: la dictadura, la guerra de Malvinas y el desastre económico del Proceso en el caso de Alfonsín y el colapso social y económico del 2001 en el caso de Kirchner. Presidentes ungidos en momentos de extrema debilidad que mostraron enseguida una fuerte vocación política de reconstrucción, no sólo nacional, sino de sus propios liderazgos políticos: Alfonsín soñó con la construcción de un “tercer movimiento histórico” que superara tanto al peronismo como al propio radicalismo con una impronta socialdemócrata que cerrara la página del empate catastrófico entre el peronismo y el antiperonismo que marcó la política argentina desde 1955. Kirchner, por su parte, electo por una de las fracciones del peronismo en 2003, en poco tiempo construyó un liderazgo y un espacio propio, al que sumó sectores de la centroizquierda no peronista, movimientos sociales (un actor emergente del post 2001) e incluso segmentos del radicalismo. Las diferencias más notables, claro, tienen que ver con las diferentes trayectorias económicas de ambos gobiernos, el de Alfonsín marcado por la crisis crónica y el final hiperinflacionario y el de Kirchner por la recuperación económica en sus cuatro años, indicadores al alza de la era de las “tasas chinas”. Dos liderazgos fuertes, personales, con resultados materiales opuestos. El gobierno de Alfonsín terminó hace 33 años, el de Kirchner hace 15. ¿Cuánto influye en la consideración social esas distancias históricas? ¿Cuánto de la imagen de Alfonsín en este tiempo transcurrido pudo deshacerse de su fallida economía y revalorizar su papel como primer presidente de la post dictadura? ¿Cuánto, en el caso de Kirchner, sigue pesando la presencia todavía central de su apellido en la discusión pública y el recuerdo del alivio económico de la salida de la crisis de 2001?

En tercer lugar aparece posicionado el último expresidente, Mauricio Macri con 14,4% de las preferencias, seguido por la primera presidencia de Carlos Menem con 11,4% (y 4,3% para su segundo período). No es arriesgado conjeturar que los valores altos de Macri se relacionan a su presencia activa en la política actual como líder de un espacio político que dejó el gobierno con cerca de 40% de los votos y ganó las últimas elecciones legislativas. Demasiado temprano para saber si esa valoración, incluso entre sus simpatizantes, resistirá el paso del tiempo pero está claro que a pesar de los enormes problemas económicos de su gestión consiguió galvanizar un núcleo de apoyo que lo considera al momento de realizada la encuesta como el mejor presidente de los últimos 40 años. El caso de Menem, mucho más incómodo por el lugar que su legado ocupa en el espectro político actual (un presidente peronista que llevó a cabo una política económica de la que hoy su propio partido abjura, que no tiene casi valedores públicos a pesar de haber dominado el escenario político durante una década), sin embargo acumula una porción significativa de las menciones. Más atrás, resulta un tanto sorpresivo los bajos valores de Cristina F. Kirchner, teniendo en cuenta que cuenta con un núcleo activo y movilizado de simpatizantes que reivindican su gobierno como consagración del proceso iniciado por Néstor Kirchner en 2003, y mucho más, por su centralidad casi excluyente en el escenario político actual.

Agrupando por “familias políticas” o modelos emparentados de país, podríamos ensayar un cálculo que sume las menciones de ambos Kirchner (y por qué no, sumar el magro y previsible 2,2% de Alberto Fernández) para obtener un 41% de las preferencias, lo hablaría de una notable presencia de simpatías o de reivindicación de ese espacio político. De la misma manera, si sumamos las menciones a las dos presidencias de Menem y las de Macri (e incorporar el minúsculo 0,5% de De la Rúa), en una familia de presidencias de orientación liberal (por usar una etiqueta común que caracteriza esas experiencias al menos en lo relativo a la mirada económica), obtenemos un 30,6% de las preferencias. Dos bloques antagónicos que dejan afuera a los que eligen a Alfonsín, difícil de incluir en alguna de esas dos grandes “familias” presidenciales: ¿lo eligen por su rol de carismático presidente socialdemócrata? ¿por su carácter de presidente al que el peronismo “le hizo la vida imposible”? ¿por su imagen actual ya pasados años de su muerte, con el efecto benefactor del paso del tiempo?

Una manera de profundizar en los significados sociales de estas preferencias es verlas cruzadas por la ubicación en la pirámide social. Los dos presidentes más elegidos en los tres estratos socioeconómicos continúan siendo Kirchner y Alfonsín, pero Macri asciende a 26,5% de las menciones en el segmento alto, mientras que en el estrato más bajo sólo registra 16,4%. De forma similar, la primera presidencia de Menem reúne casi 10 puntos más en el segmento más alto que en el bajo. De forma inversa, la preferencia por el segundo mandato de CFK casi duplica en el estrato bajo las recolectadas en el segmento alto. Sacando esas diferencias puntuales, el cuadro que se observa es de una relativa consistencia entre los diferentes estratos sociales: consensos que superan la posición individual en el campo social, un trazo grueso de reconocimiento a presidencias ordenadoras engendradas en momentos de extremo peligro social.

Mejores presidentes según nivel socioeconómico

Menciones múltiples, por lo que el total para cada segmento excede el 100%.

La elección de las mejores presidencias tiene un componente etario evidente: haber vivido en carne propia un período histórico implica una experiencia distinta que conocerlo por terceras personas, o formarse un juicio con información de segunda mano, por más exhaustiva que esta sea. Por supuesto esto no significa que quienes vivieron determinado período mantengan hoy el mismo juicio que en ese momento del pasado. De hecho, el ejemplo de Alfonsín es el más notable: de tener que adelantar su final de mandato en medio de la hiperinflación y los saqueos de 1989, a tener una imagen negativa durante los años 90s para, con el nuevo siglo, reconfigurarse como patriarca del radicalismo y, para un consenso discutido pero cada vez más instalado, como “padre de la democracia”. Otras figuras, más presentes por su plena actividad política en la actualidad, como Macri y CFK corren con otro tipo de perspectiva histórica, en la que el presente impide la toma de distancia.

Mejores presidencias según edad

Primeras y segundas menciones.

El dato más llamativo es la aparición de la presidencia de Menem como la segunda más mencionada en el grupo de edad más joven. En ninguno de los otros grupos de edad Menem llega a los primeros lugares. Resulta casi imposible de relacionar estas menciones a la época inaugural de la convertibilidad con la influencia creciente en este segmento etario de las nuevas propuestas liberales encarnadas protagónicamente por Javier Milei. Se trata de un grupo de personas que no había nacido durante el menemismo y que creció durante el kirchnerismo y el macrismo, particularmente durante los años de estancamiento económico y alta inflación que marcaron el segundo mandato de CFK y la experiencia del Juntos por el Cambio en el poder. Como decíamos antes, el lugar de Menem en la historia de estos 40 años de democracia todavía está envuelto en cierto carácter innombrable, ni siquiera los menemistas de aquel momento lo reivindican y buena parte de quienes fueron opositores entonces (desde la centroizquierda progresista a la centroderecha “honestista”) continúan considerándolo una década sin nada para reivindicar. Que sea el segmento más joven, que no la vivió en primera persona, donde se empieza a romper ese silenciamiento social no deja de ser una punta de análisis que rompe un consenso hasta hoy indiscutible.

A medida que aumenta la edad la consideración de Alfonsín se mueve en el mismo sentido y la de Kirchner desciende en popularidad, bien en línea con la ya probada asociación entre edad y antipatía al populismo (o a lo que se percibe con esa etiqueta tan compleja). La dinámica alcanza el máximo en el grupo de los mayores de 70 años, donde Kirchner deja de estar entre los dos presidentes más mencionados y aparece por única vez Mauricio Macri: es otro dato conocido desde la irrupción del Pro en la escena nacional, la fidelidad de los adultos mayores por el partido amarillo.

Teniendo en cuenta que alrededor de la mitad de la población tiene menos de 40 años, la elección del mejor presidente involucra no sólo un juicio sobre lo vivido en primera persona, sino también en muchos casos una adhesión que se nutre de imágenes, relatos, identidades heredadas o redescubiertas ex post.

Algunas conclusiones sobre la elección de las mejores presidencias de este ciclo democrático por parte del heterogéneo universo argentino deberían partir por la clara preferencia por dos personalidades tan disímiles como Alfonsín y Kirchner. Gobiernos con suerte dispar pero marcados por las urgencias de crisis terminales y por la recreación de un clima de movilización social, de recreación (con estilos, coyunturas y apelaciones diferentes) de la potencialidad política para conducir momentos de reconstrucción nacional. ¿En esa preferencia de los argentinos resuena una nostalgia por los años en que se creyó en la posibilidad de torcer la historia? ¿O más bien el ascenso en las preferencias de Alfonsín debe leerse como una especie de contrapeso simbólico de la centralidad que en el pasado más reciente ocupa la figura de Kirchner, incluso su proyección después de su muerte, una especie de respuesta no-peronista al lugar que durante 12 años fue construyéndose a sí mismo el kirchnerismo como espacio redentor de una democracia que no había hecho más que decepcionar las demandas de las mayorías? Puede ser. Sería necesario otro tipo de estudio, más cualitativo, para adentrarse en los sentidos que los encuestados ponen en movimiento a la hora de preferir una época u otra.

La aparición de Menem en las preferencias de los más jóvenes, de justamente el grupo etario que nunca vivió sus presidencias, habla de una transformación del relato sobre los 90s impulsado por la aparición de nuevos actores políticos que, casi 25 años después, se atreven a reivindicar abiertamente esa década que hasta ahora le resultaba útil a todos sectores repudiar u olvidar. ¿Es el inicio de un cambio en la percepción fruto de la distancia histórica o un efecto reactivo ante un presente marcado ya por muchos años de alta inflación, estancamiento económico y crisis recurrentes?

En todo caso, de lo que se trata es de pensar estas elecciones no con la lógica de una meditada evaluación académica hecha por especialistas, sino como una expresión de subjetividades en las que la relación con los períodos políticos mezcla experiencia vivida, adhesión a narraciones sobre la historia reciente, reconsideraciones sobre el pasado, comparaciones con el presente y recorte de valoraciones sobre lo que la política (especialmente los líderes políticos) le dio y le debe a la sociedad en estos últimos y problemáticos cuarenta años.