Análisis

¿Quién fue el mejor presidente desde 1983 para los argentinos?

UNA ENCUESTA SOBRE EL RECUERDO SOCIAL DE LOS PRESIDENTES ARGENTINOS. LA VIGENCIA DE KIRCHNER Y ALFONSÍN, y ALGUNAS SORPRESAS SOBRE MENEM Y CRISTINA.

Mayo DE 2023

por MARIANO CANAL

Fotografía: El Día de Escobar

Se van a cumplir cuarenta años del regreso de la democracia en la Argentina y seguramente esa efeméride redonda habilitará una multiplicidad de análisis, balances, juicios y evaluaciones sobre la historia recorrida en esas cuatro décadas y las metamorfosis que la sociedad argentina experimentó en ese lapso, el más extenso de democracia constitucional de nuestra historia. Desde el trauma de la salida de la dictadura pasando por las crisis económicas profundas que en varias oportunidades sufrió el país y los logros y fracasos conseguidos en materia social y económica, la democracia va a ser tema de debate y autoexamen. De hecho, desde hace unos años lo viene siendo cada vez con más intensidad, con voces que si bien no la cuestionan abiertamente (ese umbral aún no se cruzó) se pronuncian sobre un alegado largo trayecto de decadencia que daría cuenta de una disociación entre continuidad electoral y resultados positivos sobre el bienestar económico y social.

Una mirada cuantitativa para aproximarnos a la evaluación social que hace la población de estos cuarenta años de democracia puede partir de conocer que valoración les da a los diversos gobiernos que estuvieron a cargo del país: por supuesto, los procesos virtuosos o fallidos de estos, por suerte, largos años democráticos exceden a un período de gobierno y se solapan entre sí, muchas veces de manera contradictoria. Pero la democracia argentina está jalonada de liderazgos fuertes que marcaron su época, muchas veces tiñendo con su impronta todos los aspectos y sensibilidades que constituyen una época: los años de Alfonsín, los años de Menem, los años de los Kirchner, hacen referencia a algo más grande que la suma de políticas públicas que instrumentaron esos presidentes, forman parcelas de tiempo histórico que la memoria social asocia con momentos ineludiblemente unidos a nuestras propias vidas privadas y públicas. Partimos, entonces, de una pregunta general sobre quién consideran los encuestados el mejor presidente argentino desde 1983. Teniendo en cuenta que alrededor de la mitad de la población tiene menos de 40 años, la elección del mejor presidente involucra no sólo un juicio sobre lo vivido en primera persona, sino también en muchos casos una adhesión que se nutre de imágenes, relatos, identidades heredadas o redescubiertas ex post.

Mejor Presidente

Sobre 10 mil casos en todo el país

Loading..........

The Data is Not Available

Néstor Kirchner encabeza la lista de preferencias con 24,5% de las menciones y en segundo lugar aparece Raúl Alfonsín con 18,9%. Casi la mitad de las preferencias se concentra en estas dos presidencias, que encierran similitudes y diferencias notables que van mucho más allá del diferente origen partidario. En primer término son dos presidencias que emergen después de un trauma: la dictadura, la guerra de Malvinas y el desastre económico del Proceso en el caso de Alfonsín y el colapso social y económico del 2001 en el caso de Kirchner. Presidentes ungidos en momentos de extrema debilidad que mostraron enseguida una fuerte vocación política de reconstrucción, no sólo nacional, sino de sus propios liderazgos políticos: Alfonsín soñó con la construcción de un “tercer movimiento histórico” que superara tanto al peronismo como al propio radicalismo con una impronta socialdemócrata que cerrara la página del empate catastrófico entre el peronismo y el antiperonismo que marcó la política argentina desde 1955. Kirchner, por su parte, electo por una de las fracciones del peronismo en 2003, en poco tiempo construyó un liderazgo y un espacio propio, al que sumó sectores de la centroizquierda no peronista, movimientos sociales (un actor emergente del post 2001) e incluso segmentos del radicalismo. Las diferencias más notables, claro, tienen que ver con las diferentes trayectorias económicas de ambos gobiernos, el de Alfonsín marcado por la crisis crónica y el final hiperinflacionario y el de Kirchner por la recuperación económica en sus cuatro años, indicadores al alza de la era de las “tasas chinas”. Dos liderazgos fuertes, personales, con resultados materiales opuestos. El gobierno de Alfonsín terminó hace 33 años, el de Kirchner hace 15. ¿Cuánto influye en la consideración social esas distancias históricas? ¿Cuánto de la imagen de Alfonsín en este tiempo transcurrido pudo deshacerse de su fallida economía y revalorizar su papel como primer presidente de la post dictadura? ¿Cuánto, en el caso de Kirchner, sigue pesando la presencia todavía central de su apellido en la discusión pública y el recuerdo del alivio económico de la salida de la crisis de 2001?

En tercer lugar aparece posicionado el último expresidente, Mauricio Macri con 14,4% de las preferencias, seguido por la primera presidencia de Carlos Menem con 11,4% (y 4,3% para su segundo período). No es arriesgado conjeturar que los valores altos de Macri se relacionan a su presencia activa en la política actual como líder de un espacio político que dejó el gobierno con cerca de 40% de los votos y ganó las últimas elecciones legislativas. Demasiado temprano para saber si esa valoración, incluso entre sus simpatizantes, resistirá el paso del tiempo pero está claro que a pesar de los enormes problemas económicos de su gestión consiguió galvanizar un núcleo de apoyo que lo considera al momento de realizada la encuesta como el mejor presidente de los últimos 40 años. El caso de Menem, mucho más incómodo por el lugar que su legado ocupa en el espectro político actual (un presidente peronista que llevó a cabo una política económica de la que hoy su propio partido abjura, que no tiene casi valedores públicos a pesar de haber dominado el escenario político durante una década), sin embargo acumula una porción significativa de las menciones. Más atrás, resulta un tanto sorpresivo los bajos valores de Cristina F. Kirchner, teniendo en cuenta que cuenta con un núcleo activo y movilizado de simpatizantes que reivindican su gobierno como consagración del proceso iniciado por Néstor Kirchner en 2003, y mucho más, por su centralidad casi excluyente en el escenario político actual.

Agrupando por “familias políticas” o modelos emparentados de país, podríamos ensayar un cálculo que sume las menciones de ambos Kirchner (y por qué no, sumar el magro y previsible 2,2% de Alberto Fernández) para obtener un 41% de las preferencias, lo hablaría de una notable presencia de simpatías o de reivindicación de ese espacio político. De la misma manera, si sumamos las menciones a las dos presidencias de Menem y las de Macri (e incorporar el minúsculo 0,5% de De la Rúa), en una familia de presidencias de orientación liberal (por usar una etiqueta común que caracteriza esas experiencias al menos en lo relativo a la mirada económica), obtenemos un 30,6% de las preferencias. Dos bloques antagónicos que dejan afuera a los que eligen a Alfonsín, difícil de incluir en alguna de esas dos grandes “familias” presidenciales: ¿lo eligen por su rol de carismático presidente socialdemócrata? ¿por su carácter de presidente al que el peronismo “le hizo la vida imposible”? ¿por su imagen actual ya pasados años de su muerte, con el efecto benefactor del paso del tiempo?

 

Una manera de profundizar en los significados sociales de estas preferencias es verlas cruzadas por la ubicación en la pirámide social. Los dos presidentes más elegidos en los tres estratos socioeconómicos continúan siendo Kirchner y Alfonsín, pero Macri asciende a 26,5% de las menciones en el segmento alto, mientras que en el estrato más bajo sólo registra 16,4%. De forma similar, la primera presidencia de Menem reúne casi 10 puntos más en el segmento más alto que en el bajo. De forma inversa, la preferencia por el segundo mandato de CFK casi duplica en el estrato bajo las recolectadas en el segmento alto. Sacando esas diferencias puntuales, el cuadro que se observa es de una relativa consistencia entre los diferentes estratos sociales: consensos que superan la posición individual en el campo social, un trazo grueso de reconocimiento a presidencias ordenadoras engendradas en momentos de extremo peligro social.

Mejores presidencias según Nivel Socioecónomico

* Menciones múltiples, por lo que el total para cada segmento excede el 100%

Loading..........

The Data is Not Available

La elección de las mejores presidencias tiene un componente etario evidente: haber vivido en carne propia un período histórico implica una experiencia distinta que conocerlo por terceras personas, o formarse un juicio con información de segunda mano, por más exhaustiva que esta sea. Por supuesto esto no significa que quienes vivieron determinado período mantengan hoy el mismo juicio que en ese momento del pasado. De hecho, el ejemplo de Alfonsín es el más notable: de tener que adelantar su final de mandato en medio de la hiperinflación y los saqueos de 1989, a tener una imagen negativa durante los años 90s para, con el nuevo siglo, reconfigurarse como patriarca del radicalismo y, para un consenso discutido pero cada vez más instalado, como “padre de la democracia”. Otras figuras, más presentes por su plena actividad política en la actualidad, como Macri y CFK corren con otro tipo de perspectiva histórica, en la que el presente impide la toma de distancia.

Mejores Presidencias según Edad

Primeras y Segundas menciones

Loading..........

The Data is Not Available

El dato más llamativo es la aparición de la presidencia de Menem como la segunda más mencionada en el grupo de edad más joven. En ninguno de los otros grupos de edad Menem llega a los primeros lugares. Resulta casi imposible de relacionar estas menciones a la época inaugural de la convertibilidad con la influencia creciente en este segmento etario de las nuevas propuestas liberales encarnadas protagónicamente por Javier Milei. Se trata de un grupo de personas que no había nacido durante el menemismo y que creció durante el kirchnerismo y el macrismo, particularmente durante los años de estancamiento económico y alta inflación que marcaron el segundo mandato de CFK y la experiencia del Juntos por el Cambio en el poder. Como decíamos antes, el lugar de Menem en la historia de estos 40 años de democracia todavía está envuelto en cierto carácter innombrable, ni siquiera los menemistas de aquel momento lo reivindican y buena parte de quienes fueron opositores entonces (desde la centroizquierda progresista a la centroderecha “honestista”) continúan considerándolo una década sin nada para reivindicar. Que sea el segmento más joven, que no la vivió en primera persona, donde se empieza a romper ese silenciamiento social no deja de ser una punta de análisis que rompe un consenso hasta hoy indiscutible.

A medida que aumenta la edad la consideración de Alfonsín se mueve en el mismo sentido y la de Kirchner desciende en popularidad, bien en línea con la ya probada asociación entre edad y antipatía al populismo (o a lo que se percibe con esa etiqueta tan compleja). La dinámica alcanza el máximo en el grupo de los mayores de 70 años, donde Kirchner deja de estar entre los dos presidentes más mencionados y aparece por única vez Mauricio Macri: es otro dato conocido desde la irrupción del Pro en la escena nacional, la fidelidad de los adultos mayores por el partido amarillo.

 

Teniendo en cuenta que alrededor de la mitad de la población tiene menos de 40 años, la elección del mejor presidente involucra no sólo un juicio sobre lo vivido en primera persona, sino también en muchos casos una adhesión que se nutre de imágenes, relatos, identidades heredadas o redescubiertas ex post.

Algunas conclusiones sobre la elección de las mejores presidencias de este ciclo democrático por parte del heterogéneo universo argentino deberían partir por la clara preferencia por dos personalidades tan disímiles como Alfonsín y Kirchner. Gobiernos con suerte dispar pero marcados por las urgencias de crisis terminales y por la recreación de un clima de movilización social, de recreación (con estilos, coyunturas y apelaciones diferentes) de la potencialidad política para conducir momentos de reconstrucción nacional. ¿En esa preferencia de los argentinos resuena una nostalgia por los años en que se creyó en la posibilidad de torcer la historia? ¿O más bien el ascenso en las preferencias de Alfonsín debe leerse como una especie de contrapeso simbólico de la centralidad que en el pasado más reciente ocupa la figura de Kirchner, incluso su proyección después de su muerte, una especie de respuesta no-peronista al lugar que durante 12 años fue construyéndose a sí mismo el kirchnerismo como espacio redentor de una democracia que no había hecho más que decepcionar las demandas de las mayorías? Puede ser. Sería necesario otro tipo de estudio, más cualitativo, para adentrarse en los sentidos que los encuestados ponen en movimiento a la hora de preferir una época u otra.

La aparición de Menem en las preferencias de los más jóvenes, de justamente el grupo etario que nunca vivió sus presidencias, habla de una transformación del relato sobre los 90s impulsado por la aparición de nuevos actores políticos que, casi 25 años después, se atreven a reivindicar abiertamente esa década que hasta ahora le resultaba útil a todos sectores repudiar u olvidar. ¿Es el inicio de un cambio en la percepción fruto de la distancia histórica o un efecto reactivo ante un presente marcado ya por muchos años de alta inflación, estancamiento económico y crisis recurrentes?

En todo caso, de lo que se trata es de pensar estas elecciones no con la lógica de una meditada evaluación académica hecha por especialistas, sino como una expresión de subjetividades en las que la relación con los períodos políticos mezcla experiencia vivida, adhesión a narraciones sobre la historia reciente, reconsideraciones sobre el pasado, comparaciones con el presente y recorte de valoraciones sobre lo que la política (especialmente los líderes políticos) le dio y le debe a la sociedad en estos últimos y problemáticos cuarenta años.